Piel madura: cómo es y cómo tratarla

A menudo oímos hablar de la piel madura, en los anuncios de cosméticos y en las comunicaciones comerciales, es un término que se utiliza comúnmente para referirse a la piel que muestra signos de envejecimiento, el tipo de piel para el que el mercado ha desarrollado productos antienvejecimiento. Conozcamos mejor la piel madura.

 

A diferencia del tipo de piel, que puede ser seca, normal, grasa o mixta, la piel madura es algo que todos tenemos en algún momento de nuestra vida. Desde el punto de vista técnico y médico, no existe una definición real de lo que es la piel madura y cuándo debe aparecer, ya que la singularidad de cada persona, la genética y los factores ambientales externos desempeñan un papel muy importante y pueden marcar la diferencia. Para simplificar, podemos convenir en que una piel se define como madura desde el momento en que muestra visiblemente signos de envejecimiento: arrugas, líneas de expresión, cambio de grosor, textura y pigmentación.

En general, a partir de los 25 años comienza una fase en la que el crecimiento celular y la producción de colágeno en la epidermis se ralentizan. Esto no significa que la piel después de los 25 años pueda definirse ya como "piel madura", sino simplemente que a partir de ese momento, de forma totalmente diferente para cada uno de nosotros, pueden aparecer gradualmente los primeros signos del tiempo, que conducen al desarrollo de lo que hemos denominado piel madura.

 

Esta maduración puede tener infinidad de causas, dependiendo de factores genéticos, pero también de infinidad de factores externos, algunos ejemplos: nuestros hábitos alimenticios, si fumamos o no, la cantidad de alcohol que consumimos de media a lo largo de la vida, dónde vivimos, nuestra etnia, las hormonas que produce nuestro cuerpo, el trabajo que realizamos, la exposición a los rayos UV y a la luz azul.

¿Qué le ocurre a la piel cuando envejecemos?

Con el tiempo, nuestra piel cambia de aspecto, textura e incluso estructura, ya que varios factores interactúan con su funcionamiento. Veamos cuáles son.

 

El estrés oxidativo también desempeña un papel fundamental: con el paso de los años, nuestra piel está sometida constantemente a un estrés oxidativo que ataca a las células de colágeno y elastina y afecta a la propia estructura de la piel y, por tanto, a su aspecto.

Además de este factor, la piel tiende a adelgazarse con el paso del tiempo, lo que se produce por una ralentización del ciclo de renovación celular y una reducción de la microcirculación epidérmica. Con el paso de los años, también disminuye la producción de sebo y, por tanto, la producción natural de aceites que ayudan a mantener la piel flexible y nutrida. Esta es una de las causas de la sequedad general de la piel madura, y de su renovada necesidad de nutrición.

 

La ralentización de los procesos de renovación celular también puede causar discromía o una pigmentación desigual de la piel y, por tanto, manchas cutáneas que aparecen gradualmente con el tiempo.

 

Por último, la matriz extracelular de la piel empieza a perder su estructura reticular, que hace que la piel sea tonificada y elástica, ya que las proteínas que la componen, es decir, la elastina y el colágeno, se sintetizan en menor cantidad. Esto significa que los volúmenes faciales, como las mejillas, tienden a volverse huecos y a perder su estructura.

¿Cómo se puede tratar la piel madura para frenar estos procesos?

No hay solución contra el paso del tiempo, salvo aceptarlo como algo natural que no podemos cambiar, agradecer todos los recuerdos acumulados a lo largo de los años y sentir curiosidad por lo que nos depara el futuro. Sin embargo, hay algo que podemos hacer para evitar acentuar la aparición de los signos del envejecimiento cutáneo y mantener nuestra piel sana, preservando su bienestar general. Aquí te dejamos algunos consejos que puedes poner en práctica a cualquier edad, porque nuestra piel del mañana también depende de las decisiones que tomemos hoy:

 

  1. Una regla siempre válida es exponerse al sol con sentido común, sin exagerar y, sobre todo, llevando una protección adecuada: ropa con protección UV o cremas solares con FPS 30 o 50, y reaplicándolas cada dos o tres horas. Esto evitará que desarrollemos manchas solares y limitará los ataques de los radicales libres sobre la piel.

  2. La atención a la nutrición sólo puede tener repercusiones positivas también en la salud de la piel. Un consumo comedido de azúcar es una buena manera de preservar el colágeno de la piel. Esto también significa consumir alcohol con moderación.

  3. La hidratación es esencial para todo el cuerpo, y especialmente para la piel. Beber agua a lo largo del día es una forma de mantener el cuerpo hidratado, aplicar productos con ingredientes hidratantes en la piel ayudará a mantenerla sana y flexible, retrasando así la aparición de los signos del envejecimiento.

  4. No olvidemos la importancia del sueño. El descanso adecuado es importante para nuestra salud en general, y también es bueno para la piel, ya que durante la noche nuestras células cutáneas entran en modo de autorreparación, por lo que es importante no descuidar las horas de descanso e intentar tener un patrón de sueño lo más habitual posible.

  5. La última sugerencia, que se refiere no sólo a la piel sino a nuestra salud en general, es evitar el tabaco. Una gran cantidad de literatura científica ilustra hoy en día el daño que el tabaquismo hace a nuestra salud, y ni siquiera descuida el impacto negativo que este hábito tiene en nuestra piel: sabemos que no es una cosa fácil dejar de fumar, pero la motivación y la fuerza de voluntad en este caso pueden literalmente salvarnos la vida.

Por último, una rutina de cuidado de la piel adecuada es el aliado esencial para una piel envejecida feliz y hermosa. ¿Quiere saber cómo debe realizarse la rutina? Te lo explicamos en este artículo.